Estamos en unos momentos de deflación económica. Efectos graves de una situación, cuya crisis detectó Pizarro, frente a Solbes, y que hasta hace poco ni siquiera se ha querido reconocer. Pero es curioso, que en las circunstancias actuales, en que hay que poner todos los esfuerzos, dejando de un lado cuestiones que no tienen ni actualidad ni urgencia, el gobierno nacional sigue empeñado en cumplir, por igual, una “hoja de ruta” laicista, que electoralmente espera le rinda, pero que no resuelve nada. Leyes del aborto, de reforma de la libertad religiosa, o de eutanasia, y sobre todo, ir cumpliendo, territorialmente una memoria histórica, que divida y confronta a ciudadanos de suyo crispados.
En Zaragoza, se ha puesto en solfa, mediáticamente, si quitar las calles a Generales, incluso aragoneses, o no ponerla a Sanjosemaría Escrivá, y sí a una miliciana. En Sevilla, se quita la del General Merry y se pone a Pilar Bardem. Ante tales desatinos, como me aconsejaría Ortega y Gasset, los intentos de confusión suelen llevar consigo una injusticia. Y para equilibrar la balanza, quiero traer como noticia, dos libros aparecidos en Aragón –y nosotros estimularíamos a que apareciesen otros en las demás regiones españolas--: uno, es “Testigos de nuestra fe. Persecución religiosa en la Archidiócesis de Zaragoza. 1936-
El otro libro, aparecido casi al tiempo, es el que nosotros hemos dado en reimpresión, y que lleva por título “La generación sacerdotal del
Es curioso que una buena parte de aquellos mártires citados en “Testigos de la fe” pertenecieran a esa generación. Como, por ejemplo, aunque algo más joven, el sacerdote que sucedió a mosén Jesús, poco antes de ser destinado a Bello (Teruel), en donde intentaron buscarle, pero era ya zona nacional.
Son dos libros que merecerían ser conocidos. Y que, aun perdonando como lo hicieron todos ellos, no nos conviene olvidar. Fue una generación olvidada, y en algunos puntos coincidentes con la más divulgada de carácter literario. Porque, como dijo el académico Nieva, “dejó de trompetear sobre España”, como lo había hecho la del 98, y lanzó, en el caso concreto de sacerdotes y religiosos, a servir con ilusión, y esperanza, superando la angustia, aun dentro de cierto sentido trágico de las circunstancias, para dar fe, ejemplo y testimonio para los hombres. También hubo en ellos cierto candor, santa ingenuidad, poesía, y mucho amor al pueblo español, el cristiano, y el no creyente. Testigos de nuestra fe.
JESUS LOPEZ MEDEL
Premio Nacional de Literatura