La llamada GENERACIÓN DEL 27 se nutre de poetas o escritores que le dan nombre. También de filósofos, juristas, economistas o científicos, hay también "promociones" de sacerdotes y religiosos -nacidos, igualmente en la primera década del siglo-.
martes, 13 de julio de 2010
Presentación en la Casa de Aragón en Madrid, del libro ·"La generación sacerdotal del 27"
La generación literaria e intelectual del 27, caracterizada por el académico Francisco Nieva, como la de los “niños ángeles”, que dejaron de “trompetear sobre la angustia de España”, con una acción regeneradora apasionada y arriesgada, nacidos a comienzos del siglo XX, encontrará en torno a aquella fecha, la ruta, el camino y la presencia, en la sociedad, que no fue exclusiva de aquellos poetas y escritores (García Lorca, Dalí, Alexandre, Alonso, Gerardo Diego, Buñuel, etc.). Así, como ha señalado Juan Velarde, puede hablarse de la una generación de economistas del 27, de abogados del Estado –un mártir también con Calvo Sotelo, de toreros, de abogados, de notarios, de arquitectos, de militares, de periodistas, etc.
Este es el punto de arranque inicial de lo que se ha llamado por Jesús López Medel, Socio de Honor de la Casa de Aragón, “La generación sacerdotal aragonesa del 27”, con las figuras de San Josemaría Escrivá, don Pedro Altabella, don Manuel Mindán, don Manuel Aparisi, entre otros. En ella se quiere redescubrir la de de mosén Jesús López Bello, sacerdote rural en los años 1927-50, difíciles, complejos, dentro de aquel semillero de curas rurales, en zonas y pueblos pobres, muchos de ellos, sin luz, ni teléfono, ni agua, y en circunstancias –ya en la II República--, según las parroquias, con amenazas y dificultades graves por su acción pastoral. Ese el caso de mosén López Bello, nacido en Daroca (Zaragoza), y fallecido en 1990, entregado con el espíritu del Cura de Ars, y las orientaciones de Pío X. Compartió con buena parte de sus “amigos mártires sacerdotes de Valdegorfa” y cercanías, todos los ataques, para una fe cuya confesionalidad, como escribió Paul Claudel, se hizo sin una sola deserción religiosa.
En el caso de mosén Jesús, hubo un inesperado cambio de destino por el arzobispo de Zaragoza, en 1935, al pueblo de Bello (Teruel), desde Torre de Arcas, ya lindando con Cataluña, y en cuyo centro neurálgico tuvo lugar el martirio de cerca de cien sacerdotes, buena parte de la generación de mosén Jesús, y cercanos a su parroquia.
La presentación de la obra tuvo lugar en la Casa de Aragón en Madrid, el día 19 de mayo de 2009, interviniendo Juan José Sanz Jarque, catedrático de Derecho Agrario y Socio de Honor de la Casa, turolense, quien destacó la obra de López Medel, acaso como su “libro-documento” mejor conseguido. El jurista y familiar, Manuel López-Medel Báscones, relató algunos aspectos inéditos de mosén Jesús, en relación a las vocaciones de religiosas. Finalmente, el historiador José Hernández Benedicto hizo un análisis exhaustivo de las parroquias rurales turolenses, en que había ejercido su ministerio sacerdotal, y su aptitud para adaptarse –luego de proba la cartuja--, para su actividad pastoral, tanto en Madrid, como en Zaragoza, como director espiritual de muchos miembros de la Acción Católica, masculina y femenina, y Beneficiado de la Basílica del Pilar.
Sin duda, el nuevo libro viene a llamar un vacío, respecto a la historia de las respuestas eclesiales de 1927-1960, y al milagro vocacional en la posguerra española, como un material inédito de homilía en todo este período, que de alguna forma, en el conjunto de la obra, ha servido de bibliografía para el libro “Testigos de la fe”, como preparación para el proceso de los mártires aragoneses, remitido a Roma.
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