jueves, 18 de febrero de 2010

Año sacerdotal, 2009-2010. Testigos, más que profetas




1 °- EL “AÑO SACERDOTAL”:
El día 19 de junio (2009) Su Santidad el Papa Benedicto XVI inauguró solemnemente el `Año Sacerdotal'. Era el viernes, `Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, dentro de I.a. celebración del ciento cincuenta (150) aniversario de la muerte de San Juan María Vianmey, eI 'Santo Cura de Ars, la imagen más perfecta del sacerdote en los tiempos modernos.
Esta inauguración fue preparada con esmero, sensibilidad y grande delicadeza. La noticia fue difundida por el mundo entero, a través de los medios eficaces y poderosos de comunicación social y religiosa. Por diversos caminos llegó a los
confines del mundo civilizado. No era para menos, dada la ilusión y el interés que despertó esta noticia en la Iglesia, extendida por toda la tierra..
Desde el día de la inauguración, un rayo de luz intensa recorrió el cuerpo y el espíritu de la Iglesia, ahuyentando las sombras, e iluminando la imagen, auténtica y verdadera del sacerdote, con los rasgos de su identidad singular, y de su misión especial y característica.
Cinco días después, 24 de junio, miércoles, en la audiencia general que celebró el Papa para toda la Iglesia en la Plaza de San Pedro, habló sobre el `Año Sacerdotal'. El Papa explicó las razones que le habían movido a celebrar un Año de estas características. También dio a conocer por qué había elegido para su inauguración y sus comienzos esas circunstancias particulares: referencia a San Pablo y al “Año Paulino”; celebración del 150 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars .

2°: OBJETIVOS DEL “AÑO SACERDOTAL”:
Como es natural, un “Año” de esas características no puede tener un solo objetivo, aunque en última instancia, su objetivo total sea la gloria de Dios. Son varios los objetivos individuados, que el Papa Benedicto XVI ha fijado, como metas a conseguir y como frutos espirituales de la celebración de este “Año” jubilar: a) Renovación de la vida sacerdotal: b) configuración del sacerdote con Cristo; c) aprovechar los medios de santificación, para llegar a la meta: d) conseguir que el presbítero cobre viva conciencia de su ser y de su misión en la Iglesia y en el mundo, en coherencia de vida y de doctrina.
Estos objetivos los resume en uno el Papa Benedicto XVI, como síntesis de lo que el presbítero debe ser, Vicario de Cristo y reflejo de su presencia. Recordemos unas palabras del Papa: "El objetivo de este año sacerdotal es: renovar en cada uno de los presbíteros la aspiración a la perfección espiritual, de la que depende en gran medida la eficacia de su ministerio. Así mismo, esta iniciativa servirá para ayudar a los sacerdotes, y a todo el pueblo de Dios a volver a descubrir y reforzar la conciencia del don de gracia extraordinario e indispensable, que supone el ministerio ordenado, para quien lo ha recibido".
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En síntesis: el secreto de la identidad del sacerdote como tal, está en su identificación total con Cristo. Identificación espiritual en su misión a cumplir en el mundo y en la Iglesia.
No digamos que esto no es posible.

3°- REFLEXION: TESTIGOS, MÁS QUE PROFETAS:

Se pueden hacer muchas reflexiones sobre este problema, todas importantes. Se han publicado innumerables comentarios sobre estos temas, de carácter bíblico, teológico y espiritual, sobre la importancia de la configuración con Cristo, incluida según San Pablo en el decreto de nuestra predestinación eterna (cf Ef 1, 10 ss):
El mismo Jesucristo es el ejemplo a imitar. El rogó expresamente al Padre en las vísperas de su pasión por esta unidad espiritual de sus discípulos con El: "Que todos sean uno, como tu, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno con nosotros, para que el mundo crea" (Jn 17, 21).

La identificación del sacerdote con Cristo es tema fundamental, que Benedicto XVI ha puesto en el corazón del “Año Sacerdotal”, como exigencia de las dos funciones que integran su ministerío: lo que el sacerdote es en cuanto tal, y su misión principal, que el Papa llama: concepto de “servicio”, y de “sacramento”.
El sacerdote es Vicario y siervo de Jesucristo: es “anuncio” y “presencia” del sumo y eterno Sacerdote, que realiza en el tiempo su función salvadora. Esto solamente puede realizarse así, en cuanto la existencia del presbítero "configurada a El ontológicamente -dice el Papa-, asume un carácter esencialmente relacional: es decir, “in” Cristo,” pe”' Cristo, y “con” Cristo, al servicio de los seres humanos."
Precisamente por esto: "porque pertenece a “Cristo”, y actúa en su lugar, el presbítero está totalmente al servicio de ellos" (Benedicto XVI).

4°- LA VIDA SACERDOTAL:
a)- Esto es precisamente lo que han vivido y realizado los auténticos y genuinos sacerdotes del Señor. Miles de sacerdotes anónimos, sin relieve social, "escondidos con Cristo en Dios" (San Pablo), han santificado su vida y su existencia con el desempeño fiel de su ministerio, configurados e “identificados” espiritualmente con el Santo y Eterno Sacerdote.
Para ”identificarse” totalmente con Cristo, los sacerdotes han seguido ante todo su ejemplo, reflejado en su estilo de vida, convertidos en “ofrenda” permanente agradable a Dios. Vicarios de Jesucristo en el fiel desempeño de su vocación, y testigos de su presencia, hechos según el corazón de su Señor, transmitieron a los hombres su gracia santificadora.

El Papa nos recuerda a este propósito el ejemplo vivo del Santo Cura de Ars, "signo y presencia de la misericordia infinita de Dios ", en medio de los hombres. Pero, cuántos otros sacerdotes, desde antiguo y en nuestros días, son heroicos testigos del cumplimiento fiel de la voluntad de Dios, aun en las cosas más pequeñas. Esta es la forma de la santidad.
Debernos recordar aquí —porque son el esplendor de la Iglesia, y modelos para nosotros- a esa multitud de sacerdotes anónimos, verdaderamente santos -aunque no canonizados-, que se santificaron sin hacer obras ostentosas, ni de mucho ruido, sino en una forma sencilla, en una perfecta configuración e identificación espiritual con Cristo: llenos de Dios, y alegres cumpliendo el verso de Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia: “Solo Dios basta; porque, Quien a Dios tiene, nada le falta”.

Sacerdotes que se han santificado entre el fragor y la barahúnda de las grandes ciudades, o en el silencio y la calma del apostolado rural, Es este, a mi modo de ver, un tesoro inestimable en la vida de la Iglesia, lámparas encendidas, que tendríamos que colocar en el candelero, para que den calor e iluminen el camino. Porque la Iglesia de hoy -y la de todos los tiempos-, está necesitada de testigos, más que de profetas y predicadores, como afirmó Pablo VI, y reiteró Juan Pablo II, refiriéndose a la nueva evangelización.

Se han dado a conocer algunos de estos ejemplos. Precisamente el Dr. Jesús López Medel, de la Real Academia de Doctores de España, publicó hace diez años la semblanza de un sacerdote aragonés, modelo que encarnó y vivió este estilo de vida, y de santidad sacerdotal. Me refiero a su magnífico ensayo biográfico de "Mosén Jesús López Bello: La generación sacerdotal aragonesa del 27" (1994, 2a ed. 2009).
La lectura de esta obra abre para nosotros una amplia panorámica, en la que podemos descubrir no solo la figura de Mosén López Bello, nacido en Daroca (Zaragoza), el 17 de diciembre de 1904, sino también la de otros eminentes sacerdotes, entorno a la década de 1920.

c)- Mosén López Bello fue un sacerdote cabal, afable, no perdía nunca de vista los signos de su identidad. El decía que quería ser: un sacerdote de hoy y de siempre. Se ocupó con fervor de la educación de niños y mayores, sobre todo de los pobres. Se puede decir de él que pasó por el mundo haciendo bien a los demás.
Enseñó a sus fieles de palabra y con el ejemplo. Fue consciente de que, siendo un alter Christus, tenía que hacer llegar a las almas las la gracia del perdón, acogiéndolas, y llevándolas por el camino de la santidad. Numerosas personas resaltaron el provecho espiritual que recibieron de él.
Su vida estuvo siempre impregnada de un profundo espíritu eclesial, de amor a Cristo sacerdote, y de una tierna devoción filial a la Virgen María. Su preparación para la celebración de la Eucaristía in persona Christi era un momento sagrado para Mosén López Bello. El Arzobispo de Zaragoza Dn. Elías Yanes lo definía así en la homilía del funeral (18. 4. 1990): sacerdote "entregado a Dios y al servicio de la Iglesia; sacerdote ejemplar, hombre verdaderamente espiritual, dedicado de lleno a cultivar la vida espiritual de los fieles cristianos ".


P. ENRIQUE LLAMAS, OCD.
UNIVERSIDAD PONTIFICIA
SALAMANCA


Publicadoen “Eclesia” Abril 2009

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